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México, el cementerio de periodistas: Asesinan a Miguel Ángel Beltrán en Durango; había denunciado amenazas del crimen organizado

Durango, Durango, 28 de octubre de 2025 .— En un nuevo golpe a la libertad de prensa en México —país considerado el más letal del mundo para periodistas—, el comunicador Miguel Ángel Beltrán Martínez, de 60 años, fue hallado sin vida el sábado 25 de octubre en el poblado Río Chico, sobre la carretera Durango-Mazatlán, con huellas de violencia extrema y un mensaje amenazante junto a su cadáver: “Por andar levantando falsos a la gente de Durango”.  La Fiscalía General del Estado de Durango confirmó el homicidio y abrió una carpeta de investigación, pero hasta el momento no hay detenidos ni avances públicos, en medio de sospechas de que el móvil está ligado directamente a su labor informativa contra el narcotráfico. 

Beltrán, colaborador de medios locales como Contexto y La Voz de Durango —donde cubría fuentes deportivas y policiacas—, también fungía como portavoz del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en la entidad. Bajo seudónimos como “El Capo” en TikTok y “La Gazzeta Dgo” en Facebook, el periodista había escalado sus denuncias en los días previos a su muerte: alertó sobre un “aumento de la violencia y la presencia de grupos delictivos” en la región, incluyendo presuntos fraudes y abusos gubernamentales, así como actividades del crimen organizado en la ruta Durango-Sinaloa, un corredor clave para el narco. Su último contenido publicado, relacionado con una denuncia contra el crimen organizado, se viralizó horas antes del hallazgo de su cuerpo, envuelto en sábanas y abandonado como advertencia. 

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) condenó el asesinato con “enérgica” vehemencia, extendiendo solidaridad a la familia y colegas de Beltrán. Pierre Manigault, presidente de la SIP, exigió a las autoridades mexicanas “un llamado urgente para que su asesinato no quede en la impunidad”, mientras que Martha Ramos, presidenta de la Comisión de Libertad de Prensa, instó a investigar “sin demora” si el móvil está vinculado a su ejercicio periodístico: “Dado el carácter de su labor, enfocada en denuncias al crimen organizado, es necesario considerar esta conexión”. La SIP ha documentado un patrón alarmante: amenazas de muerte, acoso judicial y agresiones a periodistas que tocan temas de corrupción local o narcotráfico, con México acumulando ya más de 150 comunicadores asesinados desde 2000, según Artículo 19. 

Este crimen se suma a una ola letal en 2025: en lo que va del año, al menos 12 periodistas han sido asesinados en México, superando el total de 2024, de acuerdo con Reporteros Sin Fronteras (RSF). El caso de Beltrán evoca el de Ciro Gómez Leyva, atacado en 2022 por denuncias similares, o el de Heber López en 2022, silenciado por cubrir el crimen en Oaxaca. En Durango, epicentro de disputas entre cárteles como el de Sinaloa y el Golfo, la impunidad ronda el 95% de estos homicidios, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. 

Familiares y colegas de Beltrán, quienes ya identificaron su cuerpo en el Servicio Médico Forense (Semefo), exigen justicia en redes sociales: “Miguel no se callaba; por eso lo callaron”, escribió un amigo en Facebook. Hipótesis preliminares apuntan a un levantón, tortura y ejecución como venganza por sus publicaciones, que también tocaban irregularidades en la administración estatal. 

La Secretaría de Gobernación (Segob) y la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) no han emitido pronunciamientos oficiales, pero activistas como la relatora especial de la ONU para la libertad de expresión, Irene Khan, reiteraron que México debe “activar mecanismos de protección inmediata” para periodistas en riesgo. En un país donde el 41% de la población vive en pobreza —según Coneval— y el crimen organizado controla regiones enteras, el asesinato de Beltrán no es solo una pérdida personal: es un mensaje escalofriante a la prensa. ¿Cuántos más caerán antes de que la tinta sea más fuerte que las balas? La investigación avanza, pero la historia, como tantas en México, pende de un hilo de impunidad.


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